17 de octubre de 2010

Kilian Jornet, una fuerza de la naturaleza

Si Kilian Jornet se hubiera dedicado a un deporte olímpico o a una disciplina con mayor repercusión en los medios de comunicación, probablemente sería una leyenda. Un personaje de esos que no podría pisar la calle. Kilian Jornet, nacido en Lleida hace 23 años, es a las carreras de montaña lo que Maradona al fútbol o Michael Jordan al baloncesto. Su última proeza, después de ser campeón del mundo de carreras de montaña, de esquí de travesía, de ganar todo lo ganable y de batir todos los récords batibles, ha sido subir y bajar del Kilimanjaro (5.891 metros) en 7 horas y 15 minutos.

La gesta no aparecerá en los libros de historia del deporte porque está lejos de cualquier homologación u organismo oficial, pero quienes estuvieron con Kilian el pasado 28 de septiembre contarán a sus nietos que presenciaron un hecho casi sobrenatural, ejecutado por un chaval que es una fuerza de la naturaleza.


 Subir corriendo al techo de África, superar los problemas de la altitud, salvar más de 4.000 metros de desnivel y hacer otro tanto bajando en poco más de siete horas sólo está al alcance de los elegidos. Como referencia basta añadir que el anterior récord estaba fijado en 8 horas y 27 minutos, a cargo del tanzano Simón Mtuy. Kilian lo pulverizó en más de una hora. Simón Mtuy, consciente de que su récord conseguido hace cinco años no tenía ningún futuro si lo atacaba el catalán, se prestó a guiar a Kilian por la montaña. Durante el periodo de aclimatación y durante la propia carrera el tanzano ha sido una sombra y un punto de apoyo.


Para el ascenso, Kilian eligió la ruta Umbwe, de 41 kilómetros de longitud. En la subida empleó 5 horas 23 minutos. Apenas permaneció un rato en la cumbre. Lo justo para avituallarse y respirar. Diez minutos después de hacer cima en el Kilimanjaro, bajó a la carrera cubriendo la distancia en 1 hora y 50 minutos, menos de lo que tarda un atleta de élite en completar un maratón urbano.