31 de mayo de 2011

Correr más, Fumar menos

Un problema y muchas actitudes y estrategias muy diferentes. Mientras unos se deciden a aplicar en bares y restaurantes las medidas prescritas para separar a los fumadores de quienes no lo son, otros se sienten acosados y continúan con sus escapadas a la puerta del curro dos, tres y más veces por jornada. Finalmente, hay otros que simplemente han optado por el sistema más lógico: dejar de fumar.

A priori, parece la manera más sencilla, y sobre cualquier otra motivación, saludable. Pero no es tan simple. Todo lo contrario, la práctica totalidad de ex-fumadores y de quienes lo han intentado e intentan dejar de ser chimeneas vivientes están de acuerdo: es superdifícil. Para muchos, imposible. Desde estrategias tan caseras como las boquillas mentoladas, hasta sucedáneos como el consumo masivo de chicles y caramelos. De métodos tan científicos como los parches de nicotina, a las sesudas terapias psicoanalíticas, cada uno hace lo que puede contra el vicio que consume sus bolsillos y pulmones.



Os propongo otro camino: hacer deporte. Ya, ya sé: no tenéis tiempo, jamás habéis hecho deporte, tenéis una forma física deplorable y fumáis como corachas, tanto, que os puede dar un infarto a la primera carrerita. Además, diréis algunos, aunque haga deporte, lo necesito tanto, que no dejaré de fumar. Intentadlo al menos.


Son abundantes los estudios y experimentos que confirman que el deporte es una de las mejores estrategias, a largo plazo, para dejar los pitillos. La carrera exige al sistema cardiovascular mayores prestaciones en el aporte de oxígeno a las células musculares. El tabaco dificulta ese suministro, por lo que las exigencias físicas suelen obligar a reducir, o eliminar, el humo.

Cualquier deporte es bueno, pero algunos son mejores que otros para este fin. Los mejores son los más exigentes y entre ellos, tal vez el mejor, sobre todo por ser el más fácil de practicar (sólo hacen falta unas zapatillas deportivas y un pantalón corto) es la carrera. No, no estamos hablando de correr una maratón, de llevar a cabo interminables sesiones diarias o de correr más de 100 kilómetros a la semana. Nada de eso. Hablamos de correr, cada uno lo que pueda, pero con un método y, sobre todo, un convencimiento de las bondades del ejercicio.

Unos datos de un reciente estudio realizado por el Centro de Salud Santa Bárbara, de Toledo, refuerzan esta tesis. Realizado sobre un grupo de 48 corredores, se concluyó que el porcentaje de quienes corrían y seguían fumando, a pesar del ejercicio, era del 8%, en el resto de voluntarios estaba en el 41%. Por si fuera poco, el 45% de los que practicaban deporte y habían intentado dejar de fumar lo habían conseguido, frente al 31% de quienes no practicaban la carrera. El resumen del estudio señala que los fumadores que practican la carrera de manera habitual tienen nueve veces más probabilidades de dejar el vicio que los que no hacen nada.

Por si fuera poco, la carrera va a mantener ocupada nuestras mentes, disminuye el deseo de beber alcohol, regula nuestros hábitos de vida, favorece la conciliación del sueño y, sobre todo, refuerza la capacidad cardiovascular, reduciendo el riesgo de infartos, ya que se trata de un ejercicio aeróbico y muy vigoroso.