9 de marzo de 2011

¿Te gusta correr?

Sabes que ya eres corredor cuando:
Tratas de convencer a todo el mundo que corra 5 km, "porque eso no es nada."
Te sabes las distancias a todas partes con una precisión de 0.1 km.
Te parece que la diferencia entre 14km/h y 15km/h es inmensa.
La enfermera se asusta porque tus pulsaciones están en cuarenta.
Tus héroes son todos africanos y te empiezas a parecer a ellos.
Plátanos, pasta y agua son el 80% de tu dieta.
No corres para adelgazar, sino que adelgazas para correr.
Te levantas más temprano los fines de semana que los día de trabajo.
Los viernes te acuestas más temprano que el resto de la semana.
Sales escondido a correr porque te da pena decirle a la familia que vas por tu segunda carrera del día.
En un día "suave" corres 10km.
En el lavandero hay un sitio especial para la ropa de correr.
Cuando viajas, los zapatos los cargas en el equipaje de mano.
Eres el único al que no le importa que el ascensor no funcione.
Ya nadie pelea contigo porque sales a correr un 25 de diciembre.
Corres 13 km, te bañas, te vistes, desayunas y cuando el resto de la gente se despierta te pregunta: ¿Qué pasa? ¿hoy no corres?"
No puedes correr en el gimnasio porque la cinta tiene un limite de 30 minutos (de todas maneras correr en cinta te parece una mierda.)
Ves maratones por televisión.
Cuando los gels y los energy-bars te empiezan a saber bien.
Mezclas Gatorade con agua porque "la concentración comercial no es la correcta".
Desayunas a las 4 de la mañana.
Te molesta la gente que le llama a cualquier carrera "maratón."
Cuando la familia ya no te dice que corres mucho o que estás muy flaco.
Viajas 100 km para una carrera de 10km.
Te fijas en las zapatillas que usan otros.
Sabes que Runner's World siempre publica lo mismo y de todas maneras estas suscrito y la lees todos los meses.
Sabes más de rodillas que un médico.
Te puedes tomar 4 litros de agua seguidos.
Tienes un blog para escribir estupideces como éstas.
Se sabe que REALMENTE eres adicto cuando tienes “mono” si estás algún tiempo sin salir a correr, y envidias a todos aquellos que sí lo hacen; y te paras por la calle y sigues con la mirada al que pasa corriendo y dices “Dios, qué envidia”.