2 de octubre de 2010

Valdemoro agranda su leyenda y conduce a España a semifinales

Los milagros existen. Al menos en el deporte. Si no, es imposible explicar el triunfo de España sobre Francia en los cuartos del Mundial femenino de baloncesto. Las chicas de José Ignacio Hernández jugaron mal, casi desquiciadas, pero tuvieron el corazón de un león y, comandadas por una inconmensurable Amaya Valdemoro, autora de 28 puntos, remontaron un partido perdido para alcanzar por primera vez las semifinales del torneo, donde espera la gran favorita, Estados Unidos.

Faltan las palabras para agradecer el maravilloso espectáculo de coraje y pundonor que brindaron las españolas. Cuando nada salía, cuando no quedaban argumentos para seguir creyendo en ellas, en un triunfo que se antojaba lejanísimo, inaccesible, tiraron de orgullo para forzar una prórroga que, visto lo visto, sólo podía ser la antesala de la victoria.

Poco importó que se lesionara Sancho Lyttle, masacrada por las pívots francesas hasta la claudicación física. Poco importó que la base gala Céline Dumerc dictara cátedra en su manejo de los tiempos, los espacios y, por su puesto, la pelota. Poco importó que se fallaran canastas cantadas, que la diferencia en el marcador se estirara una y otra vez como un chicle, porque siempre hubo alguien, Amaya, que siguió creyendo en la victoria. Y a la gran capitana la siguieron todas, al unísono, como un ejército, como una hermandad incorruptible que ahora puede saborear el éxito que siempre corona el sacrificio extremo.

El plan previsto por Hernández funcionó cinco minutos. El tiempo que tardó Dumerc en llevar el partido a su terreno. Poco a poco, las ventajas iniciales de las españolas se fueron diluyendo hasta encajar un parcial de 9-0 que encendía las primeras alarmas. Algo, estaba claro, no funcionaba.

Mientras las francesas encontraban posiciones cómodas desde las que martillear el aro español, las nuestras sufrían un suplicio en cada ataque, presas de una precipitación inédita en la cita mundialista. Pero ahí estaba Valdemoro, para tirar de oficio y mantener con vida a un equipo que estaba echando en falta a muchas de sus estrellas.

Las diferencias basculaban entre los siete y los 13 puntos, pero la remontada no se atisbaba por ningún sitio, entre otras cosas porque cualquier conato de rebelión española se topaba siempre con el buen hacer de Dumerc. Además, se fallaban canastas cantadas cuando más dolían.

Así se llegó a un final de infarto, con Francia acariciando un triunfo tan trabajado como inesperado a tenor del desempeño previo de las chicas de Hernández en la cita checa. Una victoria que hubiera sido hasta fácil de no mediar un elemento 'distorsionador' que hace ya unos cuantos años alguien bautizó como la 'Gasolina' de nuestro baloncesto. La versión femenina de Pau.

Ella fue la gran artífice de la remontada, la que forzó la prórroga con siete puntos en el último minuto, pero el resto no le anduvo a la zaga.

Fantástico trabajo de Alba Torrens para templar nervios en el comienzo del tiempo extra y memorable actuación de Cindy Lima como recambio de emergencia de la lesionada Sancho Lyttle. Sin olvidar los nervios de acero de Ana Montañana en los útlimos tiros libres. La jugadora valenciana del Ros Casares ejerció de hormiguita y acabó con 14 puntos como principal escudera de Amaya.

En fin, que se lo merecieron, que lo cocinaron a fuego lento y que demostraron a todos los descreídos de este mundo, que somos muchos, que nunca hay que arrojar la toalla, por muy negra que pinte la situación.

Ahora llega Estados Unidos, palabras mayores, pero la fiesta está asegurada. En el peor de los casos, se luchará el domingo por una medalla de bronce que puede saber a gloria. Eso sí, las españolas creen en los imposibles, así que nadie las dé por derrotadas de antemano.



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